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¿Qué es el sistema inmunitario y para qué sirve?

El sistema inmunitario es un conjunto de procesos biológicos dentro de nuestro organismo que permite mantener el equilibrio interno frente a las agresiones externas. 

Dr. Domingo Pérez León
Actualizado: 11/10/2023 3851
¿Qué es el sistema inmunitario y para qué sirve?
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¿Qué es el sistema inmune? 

El sistema inmunitario es el conjunto de elementos y procesos biológicos en el interior de un organismo que le permite mantener la homeostasis o equilibrio interno frente a agresiones externas, ya sean de naturaleza biológica (agentes patógenos) o fisicoquímicas (como contaminantes o radiaciones), e internas (por ejemplo, células cancerosas). Reconoce lo dañino y reacciona frente a ello, ya sea agresión externa o interna. 

El sistema inmunitario lo componen moléculas solubles en diferentes fluidos (sangre y linfa, entre otros) y células localizadas en diferentes tejidos y órganos, principalmente médula ósea, timo, bazo, ganglios linfáticos y MALT o tejido linfoide asociado a las mucosas. En la médula ósea se generan las células especializadas en la función inmune: neutrófilos, eosinófilos, basófilos, mastocitos, monocitos, células dendríticas y macrófagos; todas ellas se movilizan a través de la sangre y el sistema linfático hacia los distintos órganos.   

¿Cómo funciona el sistema inmunitario? 

Hay diferentes niveles en la respuesta inmunitaria. Algunos elementos de respuesta son invariantes en el tiempo y se agrupan en la denominada respuesta inmunitaria innata (natural o inespecífico) y, alternativamente, los elementos capaces de memorizar a los microorganismos se organizan en la respuesta inmunitaria adquirida (adaptativo o específico).  

Los elementos de respuesta innata están presentes prácticamente en todos los seres vivos, incluso los sencillos organismos unicelulares como las bacterias poseen sistemas enzimáticos que los protegen contra infecciones virales. Otros mecanismos inmunitarios básicos se encuentran en eucariontes, plantas, peces, reptiles e insectos, así como en mamíferos. Entre estos mecanismos figuran péptidos antimicrobianos llamados defensinas y citocinas, la fagocitosis que realizan neutrófilos y macrófagos, el sistema del complemento y otros. 

Respuesta inmunitaria innata 

El sistema inmunitario innato puede detectar en las células una variedad de señales de «peligro» llamadas patrones moleculares asociados a peligro (DAMP, por sus siglas del inglés), o bien la presencia de señales asociadas a agentes patógenos denominadas patrones moleculares asociados a patógenos (PAMP, por sus siglas del inglés), identificando de esta forma una amplia variedad de células dañadas, ya sea por quemaduras, radiación, virus, bacterias, parásitos y muchos otros agentes, distinguiéndolas de las células y tejidos sanos del organismo para funcionar correctamente. 

Respuesta inmunitaria adquirida 

La respuesta inmunitaria adquirida permite que los vertebrados, como los humanos, tengan mecanismos de defensa más sofisticados, interconectados con los mecanismos del sistema inmunitario innato en forma dinámica y de más largo plazo. La unidad anatómico funcional de ese sistema es el linfocito.  

El sistema inmunitario se adapta con el tiempo para reconocer patógenos específicos de manera más eficaz, generando una memoria inmunitaria. La memoria inmunitaria creada desde una respuesta primaria a un patógeno específico proporciona una respuesta mejorada a encuentros secundarios con ese mismo patógeno específico. 

Sistema inmunitario débil ¿Qué implica? 

Los trastornos en el sistema inmunitario pueden ocasionar muchas enfermedades. La inmunodeficiencia ocurre cuando el sistema inmunitario es menos activo que lo normal, lo que favorece las infecciones recidivantes y con peligro para la vida. La inmunodeficiencia puede ser el resultado de una enfermedad genética, como la inmunodeficiencia combinada grave, o ser producida por fármacos o una infección, como el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) que está provocado por el retrovirus VIH. En cambio, las enfermedades autoinmunes son consecuencia de un sistema inmunitario hiperactivo que ataca tejidos normales como si fueran organismos extraños. 

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Suplementos de Vitamina D3 

Entre sus funciones, la vitamina D tiene una función reguladora en la homeostasis del calcio y del fósforo, pero además tiene un papel relevante en la modulación de la respuesta inmune. 

En el marco de la inmunidad innata, el calcitriol puede incrementar los efectos antimicrobianos de monocitos y macrófagos, aumentando su capacidad de fagocitosis, quimiotaxis y la síntesis de péptidos antimicrobianos. La vitamina D es muy importante en el control de las infecciones. 

Por otro lado, en el marco de la inmunidad adaptativa, se ha visto que el calcitriol puede inhibir la producción de citoquinas tales como la interleuquina 12 (IL-12), la IL-17, IL-23 o citoquinas clásicamente proinflamatorias como la IL-6 o la IL-1, al mismo tiempo que puede aumentar otras como la IL-10.  

Niveles adecuados de Hierro sérico 

El hierro es un elemento fundamental para el normal desarrollo del sistema inmunitario y su adecuado funcionamiento. Tanto es así que la ferropenia puede afectar notablemente a la capacidad del organismo para generar una respuesta ante agentes infecciosos.  

Esto se debe a que el hierro es un mineral esencial para la proliferación y la maduración de las células inmunitarias. Como consecuencia, su déficit provoca un menor recuento de todos los leucocitos, así como una reducción en su capacidad para neutralizar patógenos. 

Entre las diferentes células inmunitarias, los linfocitos son los que se ven especialmente afectados por esta falta de hierro. Este tipo de glóbulos blancos son los que permiten que el cuerpo recuerde y reconozca a invasores previos, ayudando a destruirlos. 

Respecto a estas enfermedades por falta de hierro, se ha observado sobre todo un vínculo entre la falta de este micronutriente y las afecciones gastrointestinales y respiratorias. 

Tener una buena flora intestinal 

Buena parte de la salud de nuestro sistema digestivo depende de un delicado equilibrio entre las bacterias beneficiosas y las potencialmente patógenas.  

Las primeras, las “bacterias buenas” ayudan a digerir correctamente los alimentos, a mantener un pH equilibrado y actúan como barrera ante la proliferación de patógenos. Pero la importancia de mantener un buen sistema digestivo va mucho más allá: interviene en la salud de nuestro sistema inmunitario. De entrada, podríamos pensar que el sistema inmunitario y el intestino no tienen nada que ver, pero en realidad comparten una estrecha relación. 

Entre el 70% y el 80% de nuestro sistema inmunológico reside en el intestino; por ello no es de extrañar que cada vez haya un mayor interés en investigar su relación con el sistema digestivo.  

El cuerpo cuenta principalmente con dos barreras de defensa: la piel y las mucosas. Dentro de los diferentes tipos de mucosas destaca la mucosa intestinal, que juega un papel clave, pues en esta zona del cuerpo el riesgo de ser atacados y contraer infecciones es elevado.  

La flora bacteriana es la primera barrera de defensa. Su papel es clave tanto para luchar contra agentes invasores que entran en nuestro organismo, como para mantener limpio el espacio para impedir su proliferación. Convive con las células inmunitarias, que colaboran en la lucha contra los atacantes externos, evitando que sean absorbidos y lleguen a la sangre. De este modo, contar con una microbiota intestinal equilibrada nos ayudará a que cumpla todos los requisitos para que nos podamos beneficiar de sus efectos, tanto a nivel metabólico como inmunitario. 

Todos hemos oído hablar en los últimos años de los probióticos y los prebióticos. Explicándolo de una forma extremadamente sencilla, cuando tomamos probióticos estamos ingiriendo más bacterias beneficiosas para nuestro intestino, mientras que cuando tomamos prebióticos estamos proporcionando alimentos a estas bacterias. 

Vitamina C 

Participa en la formación de anticuerpos y es antioxidante. La podemos encontrar en alimentos como pimientos, brócoli, berros, coles, acerola, grosellero negro, kiwi, papaya, fresones y cítricos. 

Vitamina A 

Protege y aumenta la resistencia de las mucosas ante las infecciones y microorganismos invasores. Se puede obtener de alimentos como el hígado ecológico, zanahorias, espinacas, berros, canónigos, pimiento rojo, calabaza, boniato, mango, papaya, huevo (yema), alga nori… 

Vitamina K2

Es un micronutriente muy importante y la mayoría de las personas son deficientes, especialmente aquellos con una flora intestinal alterada ya que la vitamina K2 normalmente es producida por la flora intestinal. Algunas fuentes alimenticias de vitamina K2 son la mantequilla de animales alimentados con pasto, hígado ecológico, yemas de huevo de gallinas felices y algunos productos fermentados como el natto o el chucrut. 

Selenio

Contribuye a la formación de anticuerpos y es un potente antioxidante celular. Las nueces de Brasil tienen un gran contenido en selenio, de hecho, con comer 2 al día es suficiente. 

Zinc

Colabora en el sistema inmunitario y lo podemos encontrar en mariscos, especialmente en las ostras, carnes de pasto y en las semillas de calabaza y sésamo. 

Magnesio

Es un mineral que es importante para que más de 200 enzimas funcionen correctamente y se necesita para una digestión y eliminación adecuadas. Una deficiencia de magnesio provoca un vaciamiento intestinal más lento que conduce a la malabsorción y el estreñimiento, y todos estos factores contribuyen a los problemas de la flora intestinal. El magnesio también es muy importante para el sueño reparador, la función de la vitamina D y el funcionamiento del sistema inmunitario, tres cosas imprescindibles para sanar el intestino y reconstruir una buena flora intestinal. 

Hábitos de vida saludables 

Los más importantes son el descanso, el estrés y el ejercicio. El dormir bien y la inmunidad están conectados a través del intestino. El ejercicio es una gran ventaja para la flora intestinal y el sistema inmunitario, mientras que el estrés psicológico es un problema para ambos. 

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